Se atreve a besarme el viento
cada diez segundos,
–no menos, no más–.
Lame mi piel su aliento
en el más fresco de los besos
y, helado, se va.
Y yo, ardiendo,
aquí en mi silla,
sudando, inmóvil,
espero que gire la vida,
se reinicie el planeta,
y de vuelta el ventilador.
–≠